La historia es cíclica. Manuel Belgrano debió lidiar contra el poder central y sectores sociales y políticos antipopulares que veían peligrosas sus ideas de desarrollo, educación y producción nacional. Doscientos años después, los ataques hacia uno de los mayores patriotas vuelven a suceder, a cargo de un gobierno que a fuerza de recortes, silenciamientos y violencia asegura que “la libertad avanza”.
Bajo el sol de las últimas horas otoñales, los representantes del Instituto Nacional Belgraniano celebraron el viernes un nuevo aniversario del “paso a la inmortalidad” del creador de la bandera. El epicentro fue el Convento Santo Domingo, en Defensa y Belgrano –bajo porteño–, donde descansan sus restos. Pero ante todo primó el lamento. Los presentes aún procesaban la reciente decisión del Gobierno nacional de cerrar el Instituto, junto a otros históricos similares, como el de Brown. No hay razones económicas de ahorro fiscal: contaba con apenas tres personas monotributistas que cobraban un promedio de 600 mil pesos. Tampoco se puede deducir un negociado: el Instituto funcionaba en un sector del Regimiento de Patricios, ni siquiera pagaba servicios. El único justificativo proviene desde lo ideológico: creer que no es necesario que el Estado apoye institutos encargados de divulgar y promocionar la obra y el legado de próceres de la historia argentina, mientras el presidente idolatra a Margaret Thatcher, sostiene que los evasores son “héroes” y acusa a médicos del Garrahan o universidades de “ñoquis”.
Para conocer en profundidad la situación actual del Instituto y la obra de Belgrano, Tiempo apeló al árbol genealógico de quien le da nombre a esta historia: resulta que Manuel tuvo dos hijos, Manuela Mónica y Pedro Pablo Rosas y Belgrano. Este último fue entregado a Juan Manuel de Rosas cuando nació, porque “era un escándalo” el hecho de que Belgrano lo había tenido con María Josefa Ezcurra, en ese entonces casada (Rosas estaba casado con Encarnación Ezcurra, hermana de María Josefa). Volviendo a Manuela Mónica, ella tuvo una hija, Flora, quien se casó con Juan Carlos Belgrano, su primo. Así seguimos bajando en la genealogía hasta la actualidad, en la que vive Manuel Belgrano, quinta generación. El chozno. Él es el presidente del Instituto Belgraniano y un ferviente apasionado de la obra de su antepasado. “Aristas tuvo muchas –comienza–. El primer cargo que tuvo fue secretario perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires. O sea, el único secretario que tuvo fue Belgrano, porque era un cargo a perpetuidad, creado justamente por Real Cédula. Él asume como secretario el día 2 de junio de 1794. Por eso es el primer economista, y por eso el 2 de junio es el día del graduado en Ciencias Económicas. También fue periodista, fundador de escuelas, participó en las invasiones inglesas, fue un ideólogo y hombre protagonista de la Revolución de Mayo. Diplomático, creador de la bandera, por supuesto. Y un día tuvo que tomar las armas, haciéndose cargo también. Protagonista de la declaración de la independencia, instando a concretarla el 6 de julio, tres días antes de la declaración, cuando tiene la reunión secreta con los diputados. Un hombre bastante multifacético, no solamente de pensamiento, sino también un hombre de acción. Ese fue Manuel Belgrano”.
Belgrano sin Instituto
El Instituto Belgraniano se crea el 22 de junio de 1944 y se nacionaliza en 1992, durante el mismo menemismo al que La Libertad Avanza idolatra. “Está integrado por 40 miembros, totalmente ad honorem –aclara el presidente–, y se dedica la investigación, la divulgación y los homenajes a Belgrano”.Tres días después de las elecciones a legisladores porteños, el Ejecutivo nacional lo cerró, junto a otros institutos nacionales dedicados a patriotas, excepto el de San Martín que, al ser creado por ley, debería pasar por el Congreso.

“Este gobierno decidió disolverlo porque considera que no es necesaria la enseñanza de la historia, cree que la historia se enseña solo en los colegios. Hay un gran desconocimiento, y creo que es exageradamente poco lo que se enseña de historia argentina. Nosotros éramos muy útiles y por eso nos llamaban a dar charlas a escuelas de todo el país, para eso también tenemos filiales. Por ejemplo, las charlas a los chicos de cuarto grado que van a tomar la promesa de la bandera, a los del secundario contándoles más sobre la vida y obra de un padre de la patria”, remarca Belgrano. Y acota: “Acá hubo investigadores que se quedaron sin trabajo”.
El Instituto tenía tres personas con contrato de locación de obra: “son monotributistas que cobraban aproximadamente 600 mil pesos”. A ellos se suma un Doctor en Historia, investigador y docente con 20 años de antigüedad, reconocido en los ámbitos educativos, también contratado por el Artículo 9.
El presidente del Instituto sigue sin poder entender el final: “me cayó como un balde de agua fría, porque nunca me imaginé que se le hubiese ocurrido cerrar los institutos nacionales que representan a los padres de la patria, es un disparate, quieren sacar la autarquía de los institutos. La historia tiene que ser con autarquía, no puede estar dirigida, porque si no se cae en la anti-historia”.
“La ofensa es a la institución, sí, pero la ofensa es sobre todo a Belgrano. La verdad que yo la ideología de esta gente (por el gobierno) no la conozco ni me interesa conocerla porque hay cosas que no me gustan. Gente muy alocada, muy cerrada y muy dictatorial también”, remarca, y sin freno subraya que “por supuesto” van a seguir “porque tenemos un legado y un mandato”. Lo próximo será transformarse en asociación civil y seguir luchando para concretar la gran misión del Instituto desde que se creó hace 81 años: la colección de libros con “los documentos para la historia del general Manuel Belgrano”. Se trata de enormes tomos, con detalles de información, testimonios y datos sacados de los diferentes archivos históricos del país y del extranjero, referentes a la vida del patriota. Una búsqueda titánica; pensemos que es abrir cajas y cajas con miles de documentos de la Argentina, encontrar aquellos en los que se hable de Belgrano y en muchos casos transcribirlos (“en esa época había muchas abreviaturas, hay que conocer el significado de algunas palabras de la época, es un trabajo bastante complejo”). Van ordenados cronológicamente. Los digitalizan, los suben a la web y además entregan los tomos impresos a instituciones educativas, históricas y también bibliotecas. En las últimas dos décadas donaron más de cien mil libros. Hasta que el Gobierno los cerró llevaban 9 tomos de Belgrano. Llegaron hasta 1816, época de la Independencia: “nos faltan cuatro años por delante todavía”.
Allá van los belgranianos, historiadores, docentes, familiares, seguidores. Patriotas. Otro sector más atacado por un Gobierno alejado de toda argentinidad. “Esto no es ningún recorte –acota el chozno–, porque no es ni moneda para el Estado. Cualquiera que quiera ser una Nación lo que debe hacer es poner más plata en los institutos que representan a los fundadores de la patria. No nos engañemos, quien no conoce la historia no puede querer a su país, ¿no?”.

Foto: Mariano Martino
Promotor del desarrollo nacional y el pedido para cambiar el Día de la Industria
“Fue mucho más que la bandera, pero también la bandera es el máximo símbolo patrio. Nosotros siempre decimos que la bandera lo tapó a Belgrano porque lo terminan reduciendo a decir ‘Belgrano el creador de la bandera’, pero fue mucho más que eso”, remarca su chozno Manuel Belgrano. Una faceta, por ejemplo, fue la de gran promotor del desarrollo industrial argentino: “está en su primera memoria del Consulado, donde proponía justamente el desarrollo del agro, el comercio y la industria. En mis charlas hablo de ‘un hombre que fue de ilustrado a revolucionario’, revolucionario en sus ideas económicas y como gran promotor de la industria nacional, donde había que proteger ciertas cosas. Hasta funda una escuela de agricultura, otra de comercio. Él decía que los comerciantes solo sabían comprar por cuatro para vender por ocho. Una de las cosas con las que quería terminar era con ese comercio exclusivamente monopólico y de unos pocos, que no indicaba ningún tipo de progreso para la población, era lo que Belgrano quería romper”.
Es por esta faceta que variados sectores productivos proponen que el Día de la Industria pase a ser el 3 de junio, fecha de nacimiento de Manuel. Y no la actual celebración del 2 de septiembre. Hay una historia detrás: la fecha conmemora la primera exportación de productos manufacturados desde el actual territorio argentino, que ocurrió el 2 de septiembre de 1587. Lo paradójico es que, para homenajear a la Industria Nacional, se eligió un hecho delictivo en lo que entonces era el Virreinato del Perú. Ese día zarpó del fondeadero del Riachuelo la carabela San Antonio al mando de un tal Antonio Pereyra con rumbo al Brasil.Llevaba en sus bodegas un cargamento proveniente del Tucumán, fletado por el obispo Fray Francisco de Vitoria. Se trataba de tejidos y bolsas de harina producidos en Santiago del Estero. Pero dentro de ellas viajaban camuflados varios kilos de barras de plata provenientes del Potosí, cuya exportación estaba prohibida por Real Cédula: paradoja o revelación, la «primera exportación argentina» encubre un acto de contrabando y comercio ilegal.

Un acto para las FF AA
El chozno de Manuel Belgrano remarca cómo su antepasado patriota se nutrió de diferentes vertientes económicas para sus ideas de desarrollo nacional, desde la escuela clásica de Adam Smith hasta los fisiócratas franceses, los mercantilistas italianos, la escuela liberal española: “de cada uno de ellos, tomó lo que era útil para su patria”. Todo lo contrario al actual presidente, fanático extremista de una sola teoría, sin matices.
El último viernes, Javier Milei prefirió hacer el acto del 20 de junio en el Campo Argentino de Polo, y no en el Monumento a la Bandera en Rosario. También decidió omitir a Belgrano en su discurso. En cambio, se centró, como suele hacer, en una diatriba antiestatal (curioso siendo Belgrano un hombre que abogaba por un Estado presente) y en defender al sector militar: “durante años la política utilizó a las Fuerzas Armadas como un chivo expiatorio para justificar la reducción del gasto en defensa bajo el argumento de que los uniformados eran los malos y los grandes culpables de la decadencia nacional”.