Romina Padilla, del campo pobre a la conducción de la UTEP


Romina Padilla nació en 1999 en Bahía Blanca, pero su historia no se entiende sin el legado migrante de su familia boliviana. Hoy, con 26 años, es parte del secretariado nacional de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Es la única trabajadora de la tierra en el órgano de conducción y tiene la tarea de representar a la agricultura familiar, campesina e indígena en el sindicato.

Su niñez transcurrió entre surcos y barro. Mientras sus padres trabajaban, ella y sus hermanas jugaban a su alrededor. «Hoy, analizándolo mejor, veo que lo que para nosotras era un juego, fue un aprendizaje de cómo trabajar la tierra», dice Romina, con una mirada que convierte su infancia en la cuna del saber popular.

Su identidad argentina y a la vez migrante se construyó a partir de las historias contadas en casa, del aguayo en el que su madre la cargaba, del idioma quechua que aún resuena en su entorno, y también —como tantas veces— desde la resistencia frente a situaciones difíciles y a la discriminación.

Esa experiencia marcó su manera de entender el mundo: «Ver el esfuerzo de mi familia me llevó a querer mostrar la realidad: que trabajan la tierra, producen alimento para millones, en condiciones muy malas, sin que nadie los vea». El saber ancestral —las infusiones, los yuyos, las cremas caseras— también son, para Romina, una forma de resistencia cultural.

Romina aprendió a sembrar según la luna, a respetar los ritmos naturales, a honrar el conocimiento transmitido por generaciones. «Mis abuelos producían, mis papás hoy producen, mis hermanas y yo aprendimos a producir. Y mis hijos también se están criando de la misma manera, en el campo», cuenta con orgullo.

Romina no solo representa al campo, sino también a las mujeres de la economía popular. Madre y trabajadora, se reconoce como parte de un feminismo que se expresa más en la militancia cotidiana que en los libros académicos.

Gracias al esfuerzo de sus padres, pudo terminar el secundario y comenzó un camino que la llevó a interesarse por la justicia social desde joven. Soñó con ser policía para defender a los suyos de los atropellos de las inmobiliarias que amenazaban con quitarles la tierra.

No solo fue un sueño, ya que inició el proceso de ingreso a la Policía Federal, superó los exámenes, pero no pudo completar el último paso por una circunstancia ajena a su voluntad. También aspiraba a estudiar abogacía, convencida de que la educación podía ser una herramienta de defensa para su comunidad. Pero finalmente, ese deseo de justicia encontró su lugar en otro lado: la organización social.

Para ella, la lucha por la tierra no es un eslogan, sino una necesidad urgente y vital. «Es el puntapié de toda esta pelea que venimos dando como productoras y productores», afirma. Tener un pedazo de tierra significa poder vivir, producir, tener un hogar y seguir transmitiendo saberes.

Romina Padilla, del campo pobre a la conducción de la UTEP

El inicio en un «verdurazo» de la UTEP

Su ingreso al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) se dio casi por azar, en un «verdurazo». Fue a acompañar a su madre y casi sin darse cuenta estaba agarrando un micrófono. «Vi productores de todos lados, juventudes… y me lancé a hablar», recuerda. Así comenzó un camino que la llevó a asesorar compañeras, organizar asambleas, iniciar trámites, resistir desalojos y construir unidad.

Que Romina Padilla haya ingresado al MTE y a la UTEP en un «verdurazo» está lejos de ser una coincidencia. Experta en los procesos de siembra y cosecha, entendió que allí había tierra fértil para plantar su semilla militante. Ahora, desde la conducción, busca llevar los frutos de la lucha a sus representados.

Romina Padilla