La paradoja libertaria del “fifty-fifty” con salarios de pobreza y en retroceso


Se conoció esta semana un dato que resultó sorpresivo y abrió un debate entre economistas y analistas del mercado de trabajo.

El Indec publicó su informe trimestral de la Cuenta de Generación de Ingresos e Insumos de mano de obra (CGII) que dio como resultado para los primeros tres meses del año un sensible incremento en la participación de las remuneraciones al trabajo asalariado (RTA) con relación al cuatrimestre anterior y también en comparación con el mismo período de 2024.

El 49,1% del PBI que se apropian los trabajadores implica un incremento en la participación de 3,6 puntos con relación al 45,4% registrado en los últimos tres meses de 2024 y de 5 puntos en comparación con idéntico trimestre de ese año.

El dato tiene un contenido simbólico especial porque se acerca al 50% referenciado en el mentado “fifty-fifty” que forma parte del acervo político de la “justicia social” pregonada por el peronismo.

Para encontrar un valor similar habría que recalar hasta el segundo trimestre de 2020 cuando, en las condiciones impuestas por las restricciones sanitarias, las remuneraciones al trabajo asalariado (RTA) explicaron el 49,5% del PBI. En el trimestre inmediato anterior (de comparación más adecuada con el actual) las RTA habían llegado al 49,8 por ciento.

En ese caso, sin embargo, esa creciente apropiación se explicaba particularmente por el deterioro excepcional de la actividad económica combinada con un sostenimiento relativo de los ingresos de los trabajadores (los despidos estaban prohibidos). De esa forma, un retroceso en la generación general del excedente dio mayor relieve a los salarios sin que, por otro lado, estos hubieran mejorado su poder adquisitivo.

En condiciones de “normalidad” recién en el primer trimestre de 2019 aparece una participación equivalente del 49,1%, que venía arrastrando una dinámica regresiva desde el 54,3 de 2017 y el 50,8% de 2018.

La paradoja libertaria del “fifty-fifty” con salarios de pobreza y en retroceso

La disputa por el relato

El gobierno, claro, salió rápidamente a celebrar el informe que, además, buscó vincular con la reducción de la pobreza. Si bien el último dato oficial del 38,1% refleja lo ocurrido en el segundo semestre de 2024, proyecciones privadas como el nowcast de pobreza elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella, ya la sitúa en el 30,1% para el primer semestre de 2025. De confirmarse, se trataría del valor más bajo desde el semestre que va de junio a noviembre de 2018.

Entre quienes cotidianamente analizan el mercado de trabajo, el informe del Indec generó estupor.

Es que en la misma semana se conocieron también los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA, bajo gestión de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero, ARCA) que difunde la Secretaría de Trabajo que, a contramano de lo que indica una mirada superficial de la CGII, se verifica un retroceso del salario real durante cuatro meses consecutivos que arrojan una caída adicional del salario real del 5,5% en lo que va de 2025.

La paradoja libertaria del "fifty-fifty" con salarios de pobreza y en retroceso

Interrogantes

¿Cómo es posible que haya mejorado la participación de los salarios en el PBI si estos arrastran una dinámica contractiva? ¿Es correcta la medición que realiza el Indec? ¿La metodología utilizada por el organismo resulta obsoleta para medir los cambios en la matriz productiva de la Argentina? ¿Resulta confiable medir ingresos a través de la Encuesta Permanente de Hogares?

O, más en concreto, ¿es posible que el mercado garantice por sí mismo una distribución del ingreso entre clases del “fifty-fifty”? ¿Los trabajadores están peor o mejor con el gobierno de Javier Milei?

Para responder algunas de esas preguntas Tiempo consultó a diversos especialistas. De allí surge, en primer lugar que, efectivamente, existe una dinámica de recuperación (con zigzags) luego de un derrumbe sin precedentes de la actividad y los ingresos a partir de la devaluación de diciembre de 2023.

Sin embargo, si bien ninguno de los analistas sugirió una manipulación de la información volcada en las planillas -como ocurrió en el período en el que el organismo estuvo bajo la intervención del exsecretario de Comercio Guillermo Moreno-, surgieron observaciones sobre la obsolescencia de algunas metodologías y herramientas de medición cuyos déficits se magnifican en períodos abruptos de aceleración y desaceleración inflacionaria.

A destiempo

Para el director del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), Claudio Lozano, “siempre que hay un fenómeno de caída en los niveles de actividad hay un comportamiento mejor en la distribución porque el impacto en el mercado laboral se da a posteriori de la caída y no en simultaneo”. Por eso, detalló que, tal como lo ocurrido en pandemia, “hay una caída de los salarios pero con una caída aún mayor del excedente. La mejora en la distribución no tiene nada que ver con la mejora en las condiciones de vida de la población”, sentencia.

En la misma línea, Agustín Mario, vicedecano de la Faculta de Economía de la Universidad Nacional de Moreno (UNM) e investigador del Conicet, adelanta que “antes que el ‘wage share’ (participación del salario en la renta nacional) resulta más indicado analizar la masa salarial real porque los salarios pueden llevarse un porcentaje mayor pero de una torta más chica”.

A la vez, Mario explica que “el ‘wage share’ depende positivamente del salario real y negativamente del producto por trabajador” y que “entre el cuarto cuatrimestre de 2023 y el primero de 2025 mejora por un aumento del salario real (compensado parcialmente por un aumento del producto por trabajador en tanto aumenta el producto y cae el empleo)”. En concreto, explica, “bajar la inflación hace que, ceteris paribus, cualquier variable ‘real’ aumente, incluidos los salarios. En una economía fuertemente indexada cuando la inflación desacelera los ingresos reales mejoran (y viceversa)”. Por eso, concluye “más que dudar de la mejora hasta el momento lo que queda por ver es la sostenibilidad de la desinflación”.

Metodología bajo la lupa

Por su parte, Matías Maito, del IDAES, que funciona en la órbita de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), subraya que “hay que entender qué mide cada indicador y cuáles son las limitaciones de esa medición para luego enmarcar estas precisiones técnicas en el contexto más general que estamos atravesando”. En ese punto, Maito destaca que “los datos de salarios de los registros administrativos (no los de la Encuesta Permanente de Hogares, que siempre tienen más margen de error), muestran que el salario de los trabajadores formales del sector privado tuvo una caída muy fuerte entre fines del año 2023 y principio de 2024 y que entre fines de 2024 y principios de 2025 alcanzaron el nivel que tenían antes de la devaluación. Los últimos datos que tenemos de mayo y junio muestran que están más o menos un punto abajo que noviembre de 2023”.

Entonces, “lo primero que hay que decir es que estamos comparándonos con el pozo de la crisis”. Con todo, reconoció que “esa recuperación alcanzó para que baje la pobreza” aunque, “son datos que hay que tomar con cautela. Sin negar la tendencia de recuperación, es importante entender que en contextos de alta inflación las encuestas tienen dificultades para percibir las realidades efectivas”. De hecho, puntualizó, “el SIPA da un 15% de aumento para los trabajadores formales en el último año y la EPH da el doble. Ahí uno se da cuenta que esos relevamientos no están midiendo con toda precisión lo que estuvo pasando”.

El economista Juan Graña aporta un elemento clave para entender la dinámica diversa de los salarios, la pobreza y la distribución funcional del ingreso. Es que, en cada uno de los casos el índice de inflación que se utiliza es diferente. En el primero el IPC, en el segundo la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y en el último, el Indice de Precios Implícito (IPI).

Graña explica que “el IPI es un índice de toda la economía. Las tarifas, los alquileres y los servicios que pesan mucho en el IPC pesan menos en el IPI que, por eso, subió menos”. Graña coincide, además, en que para dimensionar el fenómeno resulta necesario precisar “contra qué estás comparando. El bruto efecto del ajuste de Caputo y Milei de diciembre de 2023 se vio esencialmente en el primer trimestre de 2024. Cualquier comparación contra el primer trimestre de 2024 va a dar bien porque venís del séptimo infierno”.

Sin embargo, aseguró que la foto ya es vieja: “El mercado de trabajo a partir de marzo, con la aceleración inflacionaria, ya es radicalmente distinto y el salario empezó a perder contra todos los indicadores”.

Más de fondo, Lozano cuestionó la medición más general del propio PBI. Para el director del IPPyP, “no se adaptó la medición al cambio del modelo de acumulación. No es lo mismo el modelo de producción de antes de la dictadura destinado al mercado interno que privilegiaba la actividad productiva que un modelo donde la prioridad es la valorización financiera, el endeudamiento y la fuga como claves del proceso de acumulación. No está claro cómo se capta. El Estado representaba el 35% del PBI y hoy apenas el 10%”.