La política monetaria que lleva adelante el gobierno quedó bajo la lupa de los expertos luego del grueso error de cálculo que sucedió al desarme de las Letras Fiscales (Lefi). En círculos financieros se habló de “improvisación y mala praxis”, calificaciones muy duras para el equipo económico que dirige Luis Caputo.
El episodio fue conjurado después de una suba del dólar, que pasó los $ 1300, alimentada por el sobrante de pesos que quedaron en el mercado sin colocación alternativa, y una fuerte suba en la tasa de interés como remedio in extremis.
La cuestión adquirió mayor relevancia porque se trata de una de las prioridades de Javier Milei, quien no pierde oportunidad de repetir como un mantra que “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. Con su costumbre de encontrar verdades reveladas en cada circunstancia negativa (por ejemplo, encontrar enemigos en cada votación adversa en el Congreso), el presidente se habrá percatado de que el hábito de dolarizar carteras en tiempos preelectorales sigue intacto.
Más que una cuestión cultural, esa corrida hacia el billete verde cada vez que hay un remanente de pesos dando vuelta podría tratarse de un evento disparado por el propio modelo libertario. Allí se conjugan el visible atraso cambiario, la falta de reservas y otras deficiencias que el gobierno ya dio muestras de no querer modificar antes de las elecciones para evitar el drenaje de votos.
Un hecho anunciado
La madeja de enredos en la que cayó el gobierno comenzó con un hecho anunciado: la extinción de las Lefi, los títulos a tasa fija del Tesoro que se habían creado para reemplazar a los pases pasivos con que el Banco Central absorbía los excedentes de liquidez del sistema financiero. De esa manera, los intereses que el Central cubría con emisión monetaria pasaron a ser abonados con superávit fiscal. En la creencia de que el asunto ya estaba solucionado, se decidió eliminar las Lefi y que los bancos se sumaran a las licitaciones quincenales de Lecap, para que la mayor o menor demanda de esos títulos determinara de manera endógena el nivel de la tasa de interés.
El problema fue que los bancos no acudieron en la proporción que se esperaba y cerca de $ 10 billones quedaron boyando a la espera de una inversión más atractiva. Ante el desplome consecuente de la tasa de interés, parte de ese dinero se volcó al dólar. Cuando la divisa llegó a $ 1300, el gobierno entendió que se había equivocado y llamó a una licitación extraordinaria en la que terminó ofreciendo tasas que rozaron el 40% anual. En el ínterin, el Banco Central volvió a colocar los pases pasivos de los que había abjurado a comienzos de año y lo hizo a una tasa de 36%, mucho más alta que el 29% que pagaban las Lefi.
En el brief diario a sus clientes, la sociedad de bolsa Aurum Valores señaló que todo ese desmanejo “se podría haber resuelto si se hubieran hecho las cuentas de la liquidez sobrante que iba a generar el final de las Lefi. Que el BCRA pague hoy una tasa de pases mayor que la tasa que remuneraba el Tesoro por las Lefi hasta la semana pasada es síntoma de improvisación y mala praxis».
Las críticas vinieron desde los dos extremos del arco ideológico de los economistas. Diego Giacomini, exsocio de Milei y ahora crítico acérrimo, hizo hincapié en sus redes sociales en que esa suba de tasas es producto de una “intervención estatal para mantener artificialmente el dólar (que) impactará negativamente en actividad, empleo, morosidad, crédito, descuento de cheques, etcétera”. En tanto, Jorge Carrera, que integró la conducción del Banco Central con el kirchnerismo y el Frente de Todos, planteó con acidez la “dificultosa convivencia entre las rígidas y peculiares ideas teóricas de Javier Milei y las prácticas de meseros de Luis Caputo y (el secretario de Finanzas) Pablo Quirno”.
El ministro se las agarró con los bancos, a los que acusó de preferir “hacer numerales” en vez de suscribir las letras ofrecidas. Algo similar balbuceó su socio, Santiago Bausili: el presidente del Banco Central sostuvo que eran conscientes del riesgo, pero que creyeron que la estampida hacia el dólar no sucedería. “Nos tocó el peor de los escenarios”, comentó en un streaming oficialista.
Con una visión mucho más amplia, Lorena Giorgio, economista jefe de la consultora Equilibra, señaló el hueco que dejaron las Lefi: “El problema es que los bancos no cuentan con ninguna alternativa de manejo de liquidez remunerada. Incluso las Lecap a 15 días son largas”. La explicación no parece haber calmado el enojo que todavía le dura a Caputo. «