El Riesgo País, el termómetro financiero que mide la prima de riesgo de la deuda argentina, cayó esta semana hasta los 596 puntos básicos. Esta cifra representa el valor más bajo registrado desde el pasado mes de enero, en un movimiento impulsado por una sostenida compra de bonos soberanos. La abrupta caída del indicador se convirtió en el titular económico del gobierno de Javier Milei.
Dos factores clave explican esta euforia momentánea en los mercados. Por un lado, el Ministerio de Economía anunció durante la gira de Luis Caputo por Estados Unidos un plan de recompra de deuda. Esta operación, que utiliza reservas del Banco Central, fue interpretada por los inversores como una señal de compromiso para cumplir con los vencimientos, generando un inmediato rally alcista en los títulos públicos.
El contexto se completa con la expectativa por el inminente anuncio de un acuerdo comercial con los Estados Unidos. La noticia, manejada estratégicamente desde la Casa Rosada, actuó como un potente combustible para los bonos y el índice MERVAL, que también registró alzas significativas. Este clima de optimismo financiero, sin embargo, parece circunscripto al ámbito de las expectativas y los papeles.

Foto: Emiliano Lasalvia / AFP
¿Qué significa la caída del riesgo país?
Una mirada crítica sugiere que esta bonanza es un espejismo que oculta los problemas estructurales de la economía real. El modelo de ajuste extremo, si bien aplaude la contracción del gasto público, ha paralizado el consumo y la producción. La drástica caída de la actividad y el poder adquisitivo plantean una pregunta incómoda: ¿cuánto puede durar una mejora financiera que no se sustenta en el crecimiento?
Mientras los bonos en dólares festejan, la economía de los argentinos enfrenta su prueba más dura. La brecha entre la cotización en Wall Street y la realidad en las calles del país se agranda, dejando en evidencia que la estabilidad de los indicadores financieros es tan volátil como los humores del mercado que los gobierna.