“El futuro de nuestro alimento” y el desafío de construir soberanía


Durante los días 13 y 14 de junio se realizó en la ciudad de Buenos Aires el seminario “El futuro de nuestro alimento: ¿Qué sistema alimentario puede sostener la vida que queremos construir?”, un espacio que reunió a movimientos campesinos, cooperativas y organizaciones populares con el objetivo de pensar colectivamente un programa agroalimentario popular basado en la Soberanía Alimentaria.

Organizado por la Fundación Rosa Luxemburgo, el Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST), el ETC Group y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el seminario abrió un debate urgente sobre quién controla el sistema agroalimentario y cómo construir alternativas que prioricen la vida, los territorios y las comunidades. Las experiencias de Chile, Argentina, Colombia, Brasil, Paraguay y Uruguay sirvieron como base para reflexionar sobre la necesidad de consolidar nuevas políticas públicas desde una mirada popular.

Carolina Llorens, integrante de la coordinación nacional del MNCI-ST y referente del equipo de feminismos y diversidades, remarcó que el seminario fue una apuesta de formación y encuentro en un contexto de crisis alimentaria. “Creemos que este momento requiere espacios donde podamos encontrarnos con otras experiencias, tanto de organizaciones campesinas como de políticas públicas de países hermanos. Es fundamental seguir insistiendo e imaginando juntas y juntos otros futuros posibles que apuesten a la soberanía alimentaria y construyan políticas que puedan enfrentar la gravedad de lo que vivimos”, expresó.

Jornadas sobre alimentos y soberanía

“El futuro de nuestro alimento” y el desafío de construir soberanía

Durante las jornadas se discutió cómo las grandes corporaciones controlan cada vez más la producción, distribución y acceso a los alimentos, mientras que las familias campesinas enfrentan condiciones cada vez más adversas. Danna Pilar Moyano, productora campesina de Mendoza y presidenta de la comunidad Agua de las Avispas, sostuvo que “cada vez vemos más gente con hambre, con mala alimentación, los alimentos son cada vez más contaminados. Las grandes empresas multinacionales arrasan con la calidad de los alimentos. Las familias campesinas son las que sostienen la soberanía alimentaria en todo el mundo. Un buen vivir y un buen comer es un poco nuestro lema”.

El seminario propuso, además, repensar las disputas de mediano y largo plazo en torno a la reconstrucción de una nueva institucionalidad para garantizar el alimento como un derecho. Llorens destacó que uno de los ejes principales fue debatir cómo se organiza hoy “la gobernanza del alimento y de qué manera los movimientos populares pueden disputar el poder corporativo que domina el sistema agroalimentario”. También se discutieron los límites y las potencialidades de las políticas públicas actuales para garantizar el derecho a la alimentación y se compartieron experiencias que demuestran que las tramas comunitarias pueden cuidar el alimento y sostener la vida desde los territorios.

“El cambio climático se siente en el campo. Desde el campo profundo ya estamos identificando claramente sus efectos: inundaciones donde antes no las había, lluvias donde antes no llovía y sequías en zonas que eran húmedas. Esto agrava las condiciones de producción y de vida para las comunidades campesinas”, advirtió Pilar Moyano quien también integra el MNCI-ST. Para ella, es clave organizarse para defender el alimento sano, el monte nativo y las fuentes de agua. “Hoy cada vez nos contaminan más nuestras aguas, nuestras tierras, nuestras producciones. Es una lucha constante que las comunidades campesinas, indígenas y las diversidades venimos afrontando en los territorios”, agregó.

Tanto Llorens como Pilar Moyano coincidieron en que es urgente construir un vínculo directo entre las familias campesinas y los espacios de consumo popular, como comedores y ollas, sin intermediarios. “Los comedores tienen que ser sostenidos por la alimentación de las familias campesinas, del productor al consumidor directamente. El tomate que se produce a gran escala con semillas transgénicas y agrotóxicos no es parte de la soberanía alimentaria. En cambio, el tomate agroecológico que producimos en el campo, con semillas criollas y fertilizantes naturales, es un alimento sano y accesible”, explicó Pilar Moyano.

Desde su perspectiva, Llorens insistió en la importancia de fortalecer la articulación entre el Estado y las organizaciones sociales para garantizar el derecho a la alimentación. “Hoy estamos frente a una situación alimentaria que es imperdonable para las posibilidades productivas que tiene nuestro país, ya que no podemos aceptar que la alimentación siga siendo pensada como una mercancía al servicio de las grandes corporaciones mientras la crisis alimentaria se profundiza”, subrayó.